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De pluma a pluma: "El mundo raro", de María Luisa Mora, en palabras de otro poeta, Amador Palacios

Aprovechando la próxima presentación del libro "El mundo raro", de María Luisa Mora, en su localidad natal, Yepes, el 10 de septiembre, traemos aquí la que realizaba el también poeta y escritor, Amador Palacios, en la Biblioteca regional y que nos ha hecho llegar su coordinador de actividades culturales, Alfonzo González Calero, a través de su entrga 126 de "Nombres y libros de Castilla-La Mancha. 

María Luisa Mora, la poetisa de Yepes.

El mundo raro, de María Luisa Mora

Siempre que me reúno con los poetas y escritores de mi generación, amigos todos, manifiesto que la literatura de cada uno me gusta, pero siempre acabo apostillando que por María Luisa Mora siento una debilidad especial. Debilidad especial porque la fuerza y sinceridad de su mensaje deviene forma poética máximamente precisa y ajustada. Porque sus ritmos se acoplan de maravilla a la justa expresión de la dicción poética. Y aunque el acompañamiento de sus poemas, su bajo continuo, sea el silencio, el vigor de su voz poética tiene una modulación musical perfecta. Podría seguir acumulando elogios.

    Si, como he dicho, los autores de mi generación, amigos, son muy admirados por mí: Santiago Sastre, María Antonia Ricas, Jesús Maroto, Miguel Ángel Curiel, José Ángel García, Teo Serna, Antonio Lázaro…, cuyas últimas producciones conllevan todas un arrojo de excelencias literarias, cada uno en su graduación, perspectivas y variedad correspondientes, estos escritores me gustan por sus figuras, por sus innovaciones, por su limpieza en la escritura, por sus atrevidos tropos, por sus cadencias, por sus resonancias, por el buen efecto retórico que consiguen. Sin embargo, por María Luisa Mora, repito, siento una debilidad especial, por ser su trayectoria, y conozco toda su obra, una línea ascendente y segura, cimentada siempre en discursos idóneos a su intención.

    Me parece que su poesía, desde el principio, se asemeja a un curso de agua, siempre ceñida al cauce del motivo inspirador sin secarse ni desbordarse. Su palabra poética, precisamente, suena deliciosamente a agua deslizándose entre peñas.

    Comparación que no es mía, sino del gran Galdós, quien decía que el habla toledana, y su mejor plasmación en la lengua, sonaba idealmente a agua cayendo entre peñas. Agua, el curso de la poesía de María Luisa, que se desliza también, apresurada, en busca de la luz. Pienso que este nuevo libro que hoy se presenta ha remansado un poco su corriente, y su poesía se puede mostrar ahora como esos ríos manchegos que, debido a la fuerza adquirida, en un momento tornan su corriente, queriendo retroceder a sus fuentes, a la nostalgia, a una evocación que, como en la poesía de María Luisa Mora, siempre subyace. Esta condición se manifiesta brillantemente en la última estrofa del poema “El día del ayer”:

Pero qué raro es todo.
Qué raro hoy
que ya es mañana.
Mañana, que ha de ser,
inevitablemente,
el día de ayer.

    Como ahora no quiero hacer crítica de su poesía (yo que puedo decir, entre bromas y veras, que soy su crítico oficial; he escrito incontables veces sobre sus libros y su poesía), conviene que lea unas palabras de Santiago Sastre enormemente introductorias: A María Luisa Mora la conozco hace mucho tiempo. Su poesía es de una autenticidad conmovedora. Está escrita con sudor y sangre. De la lectura de sus versos nadie sale indemne, porque te salpica la emoción que trasmite al contar las pequeñas y grandes cosas de su vida. Ha sabido crear una obra fiel a su vida con constancia, sencillez y humildad. Para mí no sólo es un referente poético sino también moral, por la visión ética que tiene sobre la vida y que transmite con intensidad en sus versos. El pesimismo y la ventana abierta a la trascendencia están muy presentes en sus últimos poemas.

    Yo, por mi parte, sólo quiero concluir esta intervención mía, celebratoria y gozosa, preguntando, delante de ustedes, en voz alta, cuestiones que no es necesario que ahora mismo sean respondidas: ¿Qué postulado exhibe la poesía de María Luisa Mora? ¿Es romántica? ¿Es intimista? ¿Es realista? ¿Está encuadrada en lo que se llama poesía de la experiencia? De todas estas líneas seguro que su sabio plectro escoge y pulsa adecuadamente. Siempre se es romántico. “¿Quién que es no es romántico?”, escribía Rubén Darío en “La canción de los pinos”, concluyendo con gracia: “Y quien no sea romántico que se cuelgue de un pino”.

    Cuando leo a María Luisa Mora, y la releo, comparo su redacción poética a ese atractivo encaje sintáctico que luce Ernst Jünger (recuérdese del autor alemán su novela Sobre los acantilados de mármol), resaltando una sencillez expositiva que mágicamente se convierte en un escenario resonante y en la mejor imagen mítica.


Amador Palacios, 
escritor

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