ESTADOS UNIDOS, AMOR Y ODIO
Joaquín García Garij |
"Nací en
Toledo en 1957, en el casco histórico, cerca de la catedral. Durante mi
infancia y mi adolescencia curse estudios en colegio más antiguo de la ciudad:
el Colegio de Infantes. Este hecho, y el vivir en el barrio de Santo Tomé
muchos años, me han unido sentimentalmente con el viejo Toledo para siempre.
Seguí los estudios de Geografía e Historia en Toledo y Madrid, aunque
finalmente no tomé ese rumbo profesional (No me gusta ejercer la enseñanza, y
mucho menos preparar oposiciones). He trabajado en diversos sitios y con
diversas profesiones; al final me decanté por crear mi propia empresa y en ello
sigo hasta hoy", según recoge la editorial Ledoria en la biografía del propio autor.
Ha participado en varios Talleres de Escritura Creativa y cursos de creación literaria, que dieron como resultado la publicación del
libro de relatos cortos:”Tiempo, palabras y espacio”. Anima adenas algunas tertulias
sobre novela negra, género este que me entusiasma, en especial la que se
celebra en la librería Taiga desde hace cinco años. En 2010, animado por su amigo Santiago Sastre, decidió pasarme al otro
lado del libroy de esa fusión surgió "Mazapñan amargo".
Por Joaquín García Garijo
A propósito del artículo de Rafael G. Casero, me gustaría destacar algunas ideas que ahora
pasan por ser verdades inmutables. El papel del Gobierno
estadounidense en el mundo es importante,
cierto, pero siempre obedece a los intereses de la Administración de
turno en la Casa Blanca
y a los lobbies que han hecho posible
su elección.
Pensar que la izquierda española fue siempre antiyanke es, cuando poco, una
idea reductora. Todos los que nos adscribimos a esa corriente de pensamiento,
más que militancia política, teníamos claro durante la transición, que EEUU
apoyó inequívocamente al General Franco durante la época de la guerra fría y
aun tuteló el camino hacia una democracia disminuida, en la que a cambio de
elecciones, si hiciera borrón y cuenta nueva. Toda la represión que se ejerció
durante cuarenta años se subsumió con una amnistía en la que se igualaba a
terroristas con el aparato represor del estado franquista, dejando desamparados
a todos los damnificados por los métodos antidemocráticos que se ejercieron
contra la oposición al franquismo. El
conflicto sobre la Memoria Histórica
hunde sus raíces en esa decisión, no sabemos si adoptada con libertad por los
padres de la patria.
El sentimiento antiamericano, que ya se encargó de borrar Felipe González
hasta la saciedad, nos venia de lejos. Si examinamos antecedentes históricos,
nos podríamos remontar al final de nuestro imperio colonial y la entrada en
liza de la potencia norteamericana en el Caribe. En momentos más recientes el
Departamento de Estado americano no estuvo lejos del golpe de estado de
Pinochet (defendiendo los intereses de multinacionales perjudicadas por la
nacionalización del cobre, sucesos retratados de forma magistral por Costa-Gavras
en su película “Missing”), de Videla, de la Contra nicaragüense, de la guerra sucia de El
Salvador y así continuaríamos en un largísimo etcétera. No solo cargan sobre la
conciencia del gobierno estadounidense las masacres indiscriminadas de
Hiroshima y Nagasaky, las guerras de Iraq y Afganistán hoy siguen arrojando
miles de muertos inocentes. Pero a pesar de todo, la inmensa mayoría del movimiento
progresista y los medios de comunicación
de esta corriente ideológica, siempre tuvieron muy claro que una cosa es el
Gobierno americano y otra es la gente que habita ciudades como Nueva York,
Chicago o San Francisco, la juventud que
se opuso a la intervención en Vietnam, la masa de ciudadanos que apoyaron la
lucha por la igualdad de derechos de los negros encabezados por Luther King (
todavía estuvo presente su "I have a dream" en la toma de posesión de Obama) y en mi
caso, o en el de muchos de mi generación, el amor por la Literatura se inició
leyendo a Falkner, Heminwey, Steimbeck, Dos Passos, Miller, Chandler, Hammett,
Poe y tantos otros; por no hablar del nuestra fascinación por el cine, la de
nuestra generación, la del programa doble con películas de vaqueros (después
nos enteramos que se llamaban Western),
que solo se puede saciar recorriendo las calles de Manhattan, al comprobar que todo es de verdad, los
rascacielos, los cafes, los bares, los parques, que no eran un decorado.
El
sentimiento antiamericano no deja de ser una bandera que agitan de forma
interesada los portavoces de la derecha más conservadora, cuando les conviene
que nos traguemos ruedas de molino, pero de molino hermoso como los de la Mancha, como ocurrió con
nuestra participación en la guerra de Iraq. Nunca se encontraron las armas de
destrucción masiva, pero el espantajo de movimiento antiamericano bien que
salió a relucir.
En unas navidades de hace unos años, estuvieron comiendo en mi casa dos estudiantes
americanos; estaban de paso (estudiaban en Paris) camino de sus hogares en
EEUU; pero a los postres surgió esta controversia de nuestra antipatía por los
Yankees. Nos recriminaron por confundir la política exterior de su gobierno,
con lo que pensaban los estadounidenses, como sus padres, que vivían cerca de la ciudad de Nueva York, y estaban en contra de la forma de gobernar de
su Secretario de Estado. Sabia lección la de no generalizar con los americanos,
pero tampoco con la izquierda española.
Joaquín García Garijo
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