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Falsa polémica (El estupor del profano II)

Sala Luis Tristán en la Casa:-Museo del Greco.


En los últimos meses en Toledo nos asalta una nueva controversia: El museo del Greco y su posible desaparición. Ya tenemos la de tirios y troyanos. Una iniciativa del presidente de la Diputación Provincial, respaldada de inmediato por la señora presidenta de la JJCC y otros prebostes, que no sabemos cual es su finalidad. Los prosélitos de esta idea aducen razones de modernidad, oportunidad económica, eficacia turística, etc. pero ninguno, en mi modesta opinión, ha destacado las motivaciones remotas (u ocultas,  sería mas veraz esta definición) que se entreven en este montaje periodístico. Trataré de enunciarlas de forma diacrónica. 

    La celebración del cuarto centenario del Greco llega en un momento en que las arcas publicas están caninas, famélicas, escurridas y ante este panorama desalentador, parece que una mente despierta descubre la forma de generar un evento (en la terminología del marketing empresarial) que procure notoriedad, y a ser posible visibilidad, por un módico precio. Dicho y hecho. Tomamos los cuadros del cretense del Museo del Greco y los colgamos en el Museo de Santa Cruz. Operación redonda y fácil; de esta forma sepultamos la aportación de la anterior y odiosa ministra del ramo del gobierno socialista. Estupendo, se regodean ante el corifeo, matamos dos pájaros de un tiro. Ahora viene la ardua tarea de justificar ante la opinión pública de la ciudad y los numerosos defensores del antiguo museo nuestra sentencia de muerte a la vieja casona. He aquí algunas de sus inapelables razones: Es imprescindible crear un Museo Nacional del Greco. Dar un digno lugar de exposición a la obra del ilustre manierista. El museo del Greco tiene muy pocas visitas. Con el nuevo museo se generará un importante aumento de las visitas de los amantes de la pintura. El museo es muy pequeño y no se pueden contemplara adecuadamente los cuadros. 

    En apariencia estos motivos parecen más que sensatos. Pero si los estudiamos con detenimiento,  veremos que aparecen subyacentes las causas reales de la propuesta. El nuevo museo no aportará ninguna obra nueva que motivara un viaje ex profeso a nuestra ciudad de los que ya conocen la obra de Theotocopoulos. A los nuevos visitantes que tengan interés en contemplar los cuadros del Greco, aunque no existiera el actual museo del Greco, sí se desplazarían hasta sus inmediaciones para visitar el cuadro del entierro del Señor de Orgaz (que nunca estaría en el dichoso Museo Nacional) y la razón de la dispersión (si además tenemos en cuenta el resto de cuadros en poder de la Iglesia) no tiene sentido. Este lugar de exposición, anexo a la parroquia de Santo Tomé,  es angosto y no tiene una gran capacidad para la detenida contemplación del maravilloso cuadro y no por ello se ha reclamado una nueva ubicación, en sitio adecuado y pertinente (pongamos como ejemplo la sala donde se expone “El Guernica” en el M.N. Reina Sofía). 

    La escasez de visitantes al museo se tendría que paliar de la misma forma que se promocionaría el nuevo museo, con dinero. No olvidemos que la idea de exhibir juntas las dos colecciones no es nueva, durante las obras de rehabilitación de la vieja Casa del Greco, en el antiguo convento de Santa Fe, adosado a Santa Cruz, se podían  contemplar los cuadros de los dos museos y nadie tuvo la feliz idea de apellidar a la exposición Museo Nacional del Greco. Este acontecimiento no revolucionó la vida de la ciudad, ni hubo las aglomeraciones que sí acontecieron en la macroexpeosion “Carolus”. 

    No dudo de la buena intención de algunas personas de acreditada influencia en la cultura de la ciudad, fruto, sin duda, de su entusiasmo por realzar al importante centenario; pero debemos desconfiar de intereses espurios u obscuros, quizás guiados con la intención de tomar posesión del caserón remozado. Pero todos estarán de acuerdo conmigo en que la realización del gran museo, no será un proyecto gratuito. Supongo que los apóstoles del Greco no se descolgarán de su actual sitio y en los huecos que queden de la última exposición del Santa Cruz los cuelguen, incluso aprovechando las mismas alcayatas para abaratar la instalación. No conozco el proyecto museístico del nuevo Nacional, pero si se quiere acompañar la idea sugerida con una realización acorde, la inversión será cuantiosa para conseguir un espacio expositivo grandioso, acomodado a las últimas tendencias museográficas. 

    Y ahí chocamos con el principal argumento en contra del cambio propuesto. Nuestra comunidad para equilibrar su presupuesto está escatimando en los medicamentos que cubre el Sistema Público de Salud, cierra plantas de hospitales, quirófanos; ha reducido la plantillas de facultativos, auxiliares; pretenden cerrar urgencias médicas en pequeños núcleos de población e incluso amenazan con restringir el uso del oxígeno domiciliario para los enfermos; han aumentado la ratio de alumno/profesor hasta los irracional, han subido las horas lectivas, han suprimido profesores interinos, gastos de mantenimiento de los colegios públicos, becas de comedores escolares, llegando a la vergonzosa situación que los alumnos de algún colegio público con su profesor en situación de baja, pueden perder prácticamente un trimestre de clases. Todos estos testimonios no se compadecen de ninguna manera,  en que se gaste un solo euro en la creación de este Museo Nacional, innecesario en su planteamiento, con los recortes que sufrimos día a día. Si no hay dinero para lo esencial, aplicando la técnica del triaje, menos lo habrá para lo superfluo.

    Si nuestros gobernantes tienen interés en un nuevo museo, cuando vengan tiempos mejores podrían pensar en un gran proyecto; un edificio nuevo, singular, atractivo, con miras al futuro; que se fijen en Bilbao y la revolución que supuso para la ciudad, e incluso para el País Vasco, la construcción de su Museo Guggenheim. Ese es un buen objetivo, la utopía es posible, la distopía no es deseable.

Joaquín García Garijo

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